La actual coyuntura
mundial es histórica, y está rebosante de oportunidades y riesgos. Por una
parte, la economía transatlántica dominante sujeta a una crisis financiera
sistémica por el desborde de los derivados financieros; y por otro lado, un
alineamiento de las Naciones emergentes, conducidas por China y Rusia, y su
magno programa de “Una Franja, una Ruta” de China, con su componente de la “Ruta
de la Seda marítima”. Y entre ambos mundos, o la posibilidad de una cooperación
para el desarrollo del tipo “ganar – ganar”, o un desencadenamiento bélico termonuclear
desastroso.
En este contexto
global, el Perú, una economía tan pequeña en el mundo, que no alcanza siquiera
el 1% del intercambio mundial, tiene, sin embargo, un potencial muy significativo
en la forma como Sudamérica, dentro de América Latina, puede integrarse a la
Ruta de la Seda marítima, por su posición geoestratégica y su dinámica demográfica
y cultural. Varios sectores nacionales, con todas las limitaciones que un país subdesarrollado
puede tener, han avizorado este escenario hace varios quinquenios, jugando en
forma peculiar la “carta china”, que nos ha permitido construir una “asociación
estratégica integral” con el gigante asiático, que ha convertido a China en el
principal mercado exportador para el Perú, y a las 170 empresas chinas presentes
en el Perú como parte del primer país inversionista extranjero en el Perú. China
representa con abrumadora ventaja el papel que pudo haber tenido los Estados
Unidos para muestras naciones: un exportador de capital y tecnología
desarrollista, ávido de socios para el progreso. Como se deducen de las palabras
de los líderes empresariales peruanos, y se puede corroborar por las estadísticas
económicas, estas compras e inversiones chinas han sido la diferencia que evita
que el Perú caiga en las profundas crisis que tienen la mayoría de los países de
la región, con más lazos con el quebrado eje trasatlántico.
Como expreso el
presidente chino Ji Xinping en su visita de Estado al Perú en noviembre pasado, China
se ofrece como socio del Perú para su industrialización, y en adición, ofrece
al Perú la financiación y la tecnología para la Ferrovía Transcontinental
Brasil Perú Atlántico – Pacifico, que
inexplicablemente el presidente Pedro Pablo Kuczynski está postergando. Precisamente,
como hemos reseñado en el blog, el gigantesco potencial desarrollista del Perú está
lastrado por una pasividad pasmosa del Estado y los sectores “líderes” de opinión.
Perú carece de una planificación estratégica nacional, incluyendo el aspecto
industrial y científico, con nulo direccionamiento de la inversión en infraestructura,
abandonada por el Estado a las concesiones, enajenamiento del proceso ahorro –
inversión a un oligopolio bancario extranjero, y la renuencia del Estado a usar
soberanamente el crédito publico para impulsar el desarrollo. ¿Consecuencias? La
postergación de actividades vitales para el desarrollo nacional y el despegue
de las empresas peruanas.
Esto es totalmente remediable,
usando los conceptos probados de las economías exitosas, como dicta un recomendable
estudio concienzudo de las Cuatro
Leyes fundamentales que el economista norteamericano Lyndon LaRouche
propone para su país y el mundo.
El fundamental filósofo
y científico Godofredo Leibniz decía que este era el mejor de los mundos
posibles, y su optimismo, basado en el principio de lo mejor, postulaba que lo
óptimo posible tenía en sí la exigencia de su realización.
Seamos proactivos y
optimistas, y ¡Feliz y próspero 2017!