A la larga, la dependencia de un (o
grupo) de productos exportables es contraproducente, como lo atestigua hoy Venezuela y su petróleo, y lo hicieron en el pasado
otros países de la región. En Perú, los ciclos de exportación de la plata, el
guano, el salitre, el caucho, terminaron en profundas recesiones.
Pero además, la dependencia
mencionada provoca otros efectos, problemática conocida como la “enfermedad
holandesa”. En los 60, se descubren grandes yacimientos de gas en Holanda, con tan buen precio y en tan cantidad que con
los masivos ingresos por exportación, la moneda local se revaluó drásticamente,
quitando competitividad a los demás sectores de exportación y de consumo local,
como la industria y el agro; creando una situación de pobreza en estos sectores.
México, Colombia, Chile, son
muchos los países que sufren esta afección, y Perú no le va a zaga. En el caso
peruano, cerca al 70% de las exportaciones son mineras, y aunque el cobre las
lidera, también exportamos oro, hierro, zinc, plata, etc. Sin embargo, excepto
el oro, todos son metales industriales, por tanto, tienen una tendencia
similar. De hecho, el sol peruano se ha revaluado en el largo plazo
respecto al dólar USA, manteniéndose casi por
20 años en una misma paridad (cercano a 3.30 soles por dólar) con un dólar que se devalúa permanentemente.
Perú, sin una tradición industrial
y sin siquiera objetivos nacionales, y una crisis institucional de grandes
magnitudes, con unas finanzas publicas desorganizadas, es candidato a sufrir
las consecuencias de esta enfermedad.
Los industriales peruanos de la Sociedad
Nacional de Industrias, sostuvieron en su momento que un sistema de tipos de
cambio diferenciados podría ayudar a la industria, cuyo retroceso ha sido
masivo en los últimos 25 años; pero sin un Plan Industrial íntegro y la
creación masiva de infraestructura, el
sacrificio público del subsidio será efímero.
18.3.19
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