domingo, 29 de noviembre de 2020

Los “candados” antidesarrollo de la constitución de 1993

Si un movimiento patriótico apareciese en el Perú, dispuesto a generar empleo e ingresos seguros para las familias mediante un proceso de industrialización, ¿tendría el marco legal para ello?

La respuesta es corta: No.

Aunque podría tomar algunas medidas para crear infraestructura, no podría ir más allá para generar un proceso que requeriría recursos, sacrificios, riesgos y anulación de muchos privilegios.  

Pero más allá se lo impediría el llamado “régimen económico” de la Constitución de 1929, y sus implicaciones sociales y políticas,

Las principales “candados” de la Constitución de 1993

1.       Exención absoluta de responsabilidad del Banco Central frente a los demás poderes, con la exclusividad de canalizar emisión monetaria sólo a los bancos privados (Artículo 84°);

2.       Prohibición casi total de las empresas propiedad del Estado (Artículo 63°);

3.       el Estado abandona  la obligación de proveer educación, salud y seguridad social a los ciudadanos, a cambio de “asegurar el acceso” a los mismos, que da pie a la progresiva privatización de los mismos (Artículo 58°, 11, 15) y en especial a las AFPs.

4.       Homologación de derechos a las empresas nacionales y extranjeras (Artículo 63° y 71°),

5.       Contratos privados y Contratos -  ley garantizados constitucionalmente (Artículo 62°);

6.      Garantía a la tenencia de moneda extranjera (Artículo 64°);

En general, Una destrucción abierta de la solidaridad esencia de la comunidad nacional y de los derechos ciudadanos. Y la destrucción de la capacidad del país de establecer una política de desarrollo industrial. El régimen económico de la Constitución de 1929 fue inspirado por el admirador del “modelo económico chileno”, de los Chicago Boys,  el entonces ministro de Economía Carlos Boloña, con la bendición del FMI - BM.

Para industrializar a nuestro país, y generar empleo suficiente y de calidad, estos “candados” ultraliberales de la constitución deben desaparecer, a través de una nueva constitución, que reflejen las mejores tradiciones constitucionales inspiradas en el espíritu y diseño de la Constitución norteamericana de Washington, Hamilton y Madison, con su rol promotor del Estado y el uso del crédito público para ese fin, con el Banco Nacional creado por los dos primeros.

Muchas voces en distinto tono se alzan ahora pidiendo una reforma constitucional. Sin embargo, pese a la necesidad del cambio, el riesgo hoy es que resulte no en una constitución mejor, sino una peor, con tintes malthusianos, ultraecologistas, limitadoras de la soberanía nacional y promotora de un limbo “anticapitalista”.

Solo un debate amplio y racional nos puede llevar al mejor término.

28/11/20