lunes, 31 de mayo de 2021

Lincoln y Hamilton sobre la intervención del gobierno en la economía

Manuel Hidalgo

Mas allá del erróneo “dilema” entre capitalismo y comunismo, o entre “mercado” y “estado”, la experiencia de dos grandes líderes de las mayores gestas revolucionarias y liberadoras de la Humanidad, la Independencia de los Estados Unidos y la abolición de la esclavitud, Alexander Hamilton, el secretario de Hacienda de Washington, y Abraham Lincoln, es elocuente; ellos nos hablan como si lo estuvieran diciendo ahora.

A decir de uno de sus notables biógrafos, Lincoln, desde que era legislador estatal “fue nacional en su enfoque: deseaba un fuerte gobierno federal con una explicita responsabilidad por todo el pueblo, proveyendo una economía estable y próspera para que cada uno tenga la oportunidad de salir adelante. Así, favorecía las mejoras internas [infraestructura, diríamos hoy] subsidios federales para ayudar a los estados [regionales] a construir sus propios canales y carreteras, y bancos estatales [regionales] cuya tarea fuese asegurar crecimiento y estabilidad financieras” (Oates, p.45).

Dijo Lincoln: “el objeto legítimo del gobierno es hacer en lugar del pueblo lo que necesita hacerse, pero que el no puede hacer por su esfuerzo individual por si mismo completamente o de mejor manera”.

Oates dice de Lincoln: “Muchas de sus ideas políticas derivaban de su estudio del pasado. … prestando particular atención a la Revolución [norteamericana, de 1776] y la era Federalista y aplaudía el programa nacionalista de Alexander Hamilton”. En efecto, Lincoln usaría como Hamilton el privilegio del gobierno a emitir moneda para financiar su esfuerzo desarrollista (y de guerra además) directamente con billetes del Tesoro, los llamados "greenbacks", sin depender de los bancos privados.

Como hemos destacado en el presente blog desde el inicio, Hamilton estableció el primer Banco de los Estados Unidos como un banco mixto, de los privados y el Tesoro Público (gobierno), pero controlado por las leyes y la supervisión del Estado, con el privilegio de la emisión de moneda trasladado por el gobierno, pero completamente comprometido al desarrollo. A total diferencia de la banca central de nuestros días: controlada por los bancos privados y completamente comprometida con la oligopolización de la economía y la especulación.  El banco nacional promovía el crédito productivo, en especial, cuando se relacionaba con la innovación científica y tecnológica.

Un joven peruano podría preguntarse: ¿Lincoln y Hamilton crearon empresas públicas?

La respuesta es simple: no.

Sin embargo, en Estados Unidos en varios momentos de su historia, los servicios públicos eran gestionados por agencias gubernamentales, que además también proporcionaban otros bienes y servicios cuando las empresas privadas eran insuficientes. En la realidad latinoamericana, en cambio, algunos líderes nacionalistas crearon algunas empresas públicas para controlar la renta exportable de recursos naturales extraordinarios, como el petróleo, el gas y la minería, como PETROBRAS, PEMEX, PDVSA, YPFA, CODELCO, PETROPERU. Sin embargo, la nacionalización o estatización de otros sectores económicos llevó usualmente a la corrupción, la quiebra, a la crisis económica general, acelerado por políticas de austeridad impuestas por los organismos multilaterales, como el Fondo Monetario o el Banco Mundial, quienes muchas veces obligaron a malvender dichas empresas.

Lincoln “reverenciaba a los Padres Fundadores como apóstoles de la libertad, quienes hicieron el experimento del gobierno del pueblo en estas riberas, para mostrar a la incrédula Europa que el pueblo puede gobernarse a si mismo sin monarcas hereditarios o aristocracias. Y el fundamento del experimento norteamericano fué la Declaración de la Independencia, la cual en la perspectiva de Lincoln contenía la mayor verdad política de la historia humana: que todos los hombres somos creados iguales, y que todos estamos dirigidos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad” (Oates, p. 45).

Este concepto de democracia todos podemos aceptarla y desearla para nuestra y todas las naciones.

30.05.2021

lunes, 24 de mayo de 2021

¿Puede haber una industrialización sin una estrategia coherente?

En cada campaña electoral, surgen siempre algunas voces voluntariosas hablando de industrialización, en medio de otros muchos temas, como el empleo, la salud, la educación, la seguridad, la pobreza extrema, la corrupción, etc. En el caso del Perú, ninguno de los dos candidatos a segunda vuelta ha hablado de industrialización, al menos, coherentemente.

Y el escenario se repite en casi todos los países latinoamericanos.

Esto no cambia la permanente ausencia de un análisis serio y sincero, como ha promovido con relativo éxito y a pequeña escala este blog, pero a una escala social e institucional amplia. La industrialización no puede ser una receta copia de procesos en otras latitudes, épocas o circunstancias. En realidad, los oligopolios consolidados en la banca, la agroexportación, la minería, los servicios públicos, están en una zona de confort que no desean arriesgar, apostando las sacrosantas reservas internacionales a una “aventura industrialista”. Pero ¿Qué pasa con los millones de peruanos sin empleo digno? ¿Qué pasa con el equilibrio democrático en un país tan diverso y amenazado? Sólo un proceso de industrialización puede garantizar ese futuro común prometido desde el nacimiento de la República.

La industrialización implica sacrificios, costos y riesgos, para todos los agentes sociales y económicos; por ejemplo, la inversión a realizar exigirá sacrificios en el consumo en un país que tiene bajos niveles de bienestar. Implica asimismo riesgos y potenciales restricciones a ahorradores y empresas, al demandar bienes de capital y tecnología importados que presionarán la balanza de pagos. Asimismo, el componente público de la inversión presionará el “equilibrio presupuestal” y a los contribuyentes.  Por ello, si los sectores nacionales no son conscientes de estos sacrificios y los aceptan, una marcha atrás sería aún más catastrófica.

Un acuerdo nacional por la industrialización exige un movimiento político y un liderazgo fuerte.  Se debe establecer una combinación de definición de la oferta industrial de exportación a promover, de corredores bioceánicos de desarrollo incluyendo abastecimiento energético y programas hidráulicos, cooperación internacional en ciencia y tecnología, educación básica universal de calidad, financiamiento dirigista estatal aprovechando la potestad del Estado a emitir moneda, y concentración del apoyo público y la infraestructura en parques industriales, entre otros. El estado puede usar las empresas estatales existentes y a crear para utilizar la renta de los productos extractivos exportados en el desarrollo, por medio de joint Ventures con empresas extranjeras.

Pero, para ello, se deben excluir las ideas antidesarrollo, a saber: de un lado el ultraliberalismo, monetarismo, malthusianismo, ecologismo radical, y, del otro, anticapitalismo, anarquismo, regresión tecnológica (tecnologías “apropiadas” … para la despoblación), separatismo racialista e identitario, autarquismo, etc. 

En naciones como Perú, Colombia y Bolivia, en las cuales el narcotráfico genera un circuito social y monetario alterno al del estado y la economía nacional, cualquier “huelga de masas” puede ser dirigida a la guerra civil, la destrucción del estado nacional, la despoblación, o la balcanización final de nuestros países. O a todo junto.

La industrialización ya no es electiva hoy, y debe hacerse con una estrategia precisa, que puede incluir en cierto momento reformas constitucionales, porque elementos y recursos no faltan en nuestros países.

 22.05.2021

jueves, 13 de mayo de 2021

¿Es posible una industrialización autárquica en el Perú?

Por: Manuel Hidalgo 

El tema de la industrialización ha sido discutida con seriedad pocas veces en décadas recientes, como hemos recogido en el presente blog (ver post: 01, 02, 03).  Repentinamente, se convierte en un argumento en la campaña electoral peruana. Industrialización ¿internacionalizada o autárquica?, es la pregunta implícita, a juzgar por propuestas de renegociar contratos con empresas extranjeras y tratados comerciales internacionales, y limitaciones a las importaciones.

Como hemos discutido antes, unos requisitos de la industrialización son:

  1.    Infraestructura básica tipo “plataformas económicas” o corredores de desarrollo bioceánicos;
  2.   Provisión de educación básica y un sistema de ciencia y tecnología, bajo responsabilidad estatal
  3.   Definición de rubros de exportación con potencial de clase mundial para Perú, como metalurgia, metalurgia especial, construcción naval, construcción de maquinaria eléctrica, maquinaria ferroviaria, industrial satelital, confecciones textiles, , industrialización del litio, petro química, fertilizantes, biotecnología alimentaria y farmacéutica, etc.
  4.   Crédito estatal dirigista, con un sistema nacional de crédito que utilice el poder del Estado de emitir dinero, para dirigirlo a infraestructura e industria.
  5.   Cooperación internacional para tecnología e inversión, con esquemas tipo “materias primas por tecnología”, por ejemplo, en el marco de una franja – una ruta, de China.
  6.      Integración física y comercial del subcontinente y tratados comerciales equitativos con otros países y bloques.
El arte consiste que aprovisionar al país de estos requisitos y combinarlos en forma conveniente, en un contexto de crisis financiera internacional y la crisis del COVID. Históricamente, los cuellos de botella del Perú fueron la limitada cooperación internacional por tecnología y créditos, y la dependencia de la industria local generada de insumos y maquinarias importadas. A partir de 1971, la cooperación internacional de los países desarrollados se detiene abruptamente y se genera la crisis de la deuda. Los procesos incluso de solo crecimiento se detenían por falta de divisas, con una crisis cambiaria. Pero además es cierto que, en los últimos 45 años, ningún gobierno, al menos en Perú, se ha propuesto la industrialización con el impulso estatal.

Lo que si difiere absolutamente hoy es la imposibilidad de una industrialización “clásica”, basada en el mercado interno; ni que decir de la quebrada estrategia de la “sustitución de importaciones”. Aunque los modelos clásicos de Inglaterra, Estados Unidos y Alemania se originaron en un mercado interno fuerte o en un “mercado colonial”, ese no es el caso de nuestros países.

China y Corea del Sur, salvando las distancias, se han convertido en modelos de industrialización más contemporáneos, estableciendo acuerdos precisos del Estado con los grupos locales privados para desarrollar una oferta exportable de primer nivel sin sacrificar para nada el consumo interno y priorizando los objetivos de desarrollo. Verificadamente, los 6 requisitos planteados se hallan presentes, sin ningún conflicto estatal – privado notable.

Estas definiciones dependen de un debate nacional que aún no se ha dado. Por ejemplo, es pueril considerar que la sola creación de un ministerio de Ciencia y tecnología, y sin completar los demás requisitos, el país puede acercarse a la industrialización. Asimismo, es utópico esperar la cooperación internacional si se crea por el contrario un conflicto con la inversión extranjera. Los sacrificios, riesgos y costos de la industrialización requieren una comprensión consciente de los diversos sectores sociales y económicos, caso contrario, el retroceso iniciado el proceso puede ser fatal. 

11.05.2021