Si un movimiento patriótico apareciese en el Perú, dispuesto a generar empleo e ingresos seguros para las familias mediante un proceso de industrialización, ¿tendría el marco legal para ello?
La respuesta es corta: No.
Aunque podría tomar algunas medidas
para crear infraestructura, no podría ir más allá para generar un proceso que requeriría
recursos, sacrificios, riesgos y anulación de muchos privilegios.
Pero más allá se lo impediría el
llamado “régimen económico” de la Constitución de 1929, y sus implicaciones
sociales y políticas,
Las principales “candados” de la
Constitución de 1993
1. Exención
absoluta de responsabilidad del Banco Central frente a los demás poderes, con
la exclusividad de canalizar emisión monetaria sólo a los bancos privados
(Artículo 84°);
2. Prohibición
casi total de las empresas propiedad del Estado (Artículo 63°);
3. el
Estado abandona la obligación de proveer
educación, salud y seguridad social a los ciudadanos, a cambio de “asegurar el
acceso” a los mismos, que da pie a la progresiva privatización de los mismos
(Artículo 58°, 11, 15) y en especial a las AFPs.
4. Homologación
de derechos a las empresas nacionales y extranjeras (Artículo 63° y 71°),
5. Contratos
privados y Contratos - ley garantizados
constitucionalmente (Artículo 62°);
6. Garantía a la tenencia de moneda extranjera (Artículo
64°);
En general, Una destrucción
abierta de la solidaridad esencia de la comunidad nacional y de los derechos
ciudadanos. Y la destrucción de la capacidad del país de establecer una
política de desarrollo industrial. El régimen económico de la Constitución de
1929 fue inspirado por el admirador del “modelo económico chileno”, de los
Chicago Boys, el entonces ministro de
Economía Carlos Boloña, con la bendición del FMI - BM.
Para industrializar a nuestro
país, y generar empleo suficiente y de calidad, estos “candados” ultraliberales
de la constitución deben desaparecer, a través de una nueva constitución, que
reflejen las mejores tradiciones constitucionales inspiradas en el espíritu y
diseño de la Constitución norteamericana de Washington, Hamilton y Madison,
con su rol promotor del Estado y el uso del crédito público para ese fin, con
el Banco Nacional creado por los dos primeros.
Muchas voces en distinto tono se
alzan ahora pidiendo una reforma constitucional. Sin embargo, pese a la
necesidad del cambio, el riesgo hoy es que resulte no en una constitución
mejor, sino una peor, con tintes malthusianos, ultraecologistas, limitadoras de
la soberanía nacional y promotora de un limbo “anticapitalista”.
Solo un debate amplio y racional nos puede llevar al mejor término.
28/11/20