A la par del desplome de la
inversión en general (Inversión pública el 2017 fue menor en S/
1,108 millones respecto al 2015) y en la vital infraestructura, que se
acentuó en los dos últimos años por la falta de reflejos de un gobierno que no
se resignó a renunciar a las Asociaciones Publico Privadas pese al escándalo
Odebrecht, no queda allí.
La recaudación ha caído
substancialmente los
ingresos tributarios, como proporción del PBI, se han desplomado en 20% entre
2014 y 2017 (Déficit fiscal 3.2% en 2017), y consecuentemente, la
deuda pública ha subido grandemente (desde 18.5 al 22.2% del PBI en lo que va
del régimen de PPK)
De hecho, parte de la inacción se
debe, más que al escándalo Odebrecht y los pedidos de vacancia presidencial,
que han dejado descolocado al gobierno, al prejuicio ideológico ultra privatista,
que está socavando con las bases mismas del Estado nacional.
Es decir, si privatizamos no solo
las empresas y los recursos, sino que transferimos a los privados actividades
consustanciales del Estado, como es la infraestructura, la recaudación, la
educación, la defensa, ocurren dos cosas: los intereses privados van a entrar a
saco al presupuesto público sin defensa posible, a punta de comisiones,
adendas, arbitrajes, sobrecostos financieros, reparaciones civiles, etc. Se
estima, por ejemplo, que en los próximos años el 70% del presupuesto de inversiones
en transporte se destinaran a pagar a los mismos privados no por las obras
hechas, sino por reparaciones, arbitrajes, etc.
Lo mismo pasa con la gestión
presupuestal. Si la reducción del impuesto a la renta aplicada por PPK se hace
sin criterio técnico, consecuentemente
los ingresos públicos se reducirán, pero no el gasto pública. ¿Solución?
Endeudamiento. ¿Quién lo “estructura”? Los bancos de inversión, con una
suculenta comisión. ¿Quién gana, quien pierde?
Además del daño de la
infraestructura con sobrecostos, mal diseñada y mal priorizada, con los años y
oportunidades perdidos.
Y este esquema se ha reproducido,
a no dudarlo, en los demás países de la región.
La estrategia de algunos bancos
de inversión globales en muchos países ha sido usar el presupuesto público y el
crédito público como apalancamiento para sus actividades financieras, en
especial, privilegiando las obras de mayor retorno monetario, usualmente en nada
coincidente con la mayor necesidad del desarrollo de los países. Es decir, los
fondos públicos servirán para que los grupos privados consigan financiamiento
bancario para la infraestructura más conveniente a sus objetivos de
rentabilidad, incluso, con “ingresos garantizados” por el Estado. Pero de
espaldas a las reales necesidades de la infraestructura.
¿Cuánto más puede soportar una
nación esta postergación?
12.3.18
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