Mas allá del erróneo “dilema” entre capitalismo y comunismo, o entre “mercado”
y “estado”, la experiencia de dos grandes líderes de las mayores gestas
revolucionarias y liberadoras de la Humanidad, la Independencia de los Estados
Unidos y la abolición de la esclavitud, Alexander
Hamilton, el secretario de Hacienda de Washington, y Abraham Lincoln, es elocuente; ellos nos hablan como si lo estuvieran diciendo ahora.
A decir de uno de sus notables biógrafos, Lincoln, desde que era legislador estatal “fue
nacional en su enfoque: deseaba un fuerte gobierno federal con una explicita
responsabilidad por todo el pueblo, proveyendo una economía estable y próspera
para que cada uno tenga la oportunidad de salir adelante. Así, favorecía las
mejoras internas [infraestructura, diríamos hoy] subsidios federales para
ayudar a los estados [regionales] a construir sus propios canales y carreteras,
y bancos estatales [regionales] cuya tarea fuese asegurar crecimiento y
estabilidad financieras” (Oates, p.45).
Dijo Lincoln: “el objeto legítimo del gobierno es hacer en lugar del pueblo
lo que necesita hacerse, pero que el no puede hacer por su esfuerzo individual por
si mismo completamente o de mejor manera”.
Oates dice de Lincoln: “Muchas de sus ideas políticas derivaban de su estudio del pasado. …
prestando particular atención a la Revolución [norteamericana, de 1776] y la
era Federalista y aplaudía el programa nacionalista de Alexander Hamilton”. En efecto, Lincoln usaría como Hamilton el privilegio del gobierno a emitir moneda para financiar su esfuerzo desarrollista (y de guerra además) directamente con billetes del Tesoro, los llamados "greenbacks", sin depender de los bancos privados.
Como hemos destacado en el presente blog desde el inicio, Hamilton
estableció el primer Banco de los Estados Unidos como un banco mixto, de
los privados y el Tesoro Público (gobierno), pero controlado por las leyes y la
supervisión del Estado, con el privilegio de la emisión de moneda trasladado
por el gobierno, pero completamente comprometido al desarrollo. A total
diferencia de la banca central de nuestros días: controlada por los bancos
privados y completamente comprometida con la oligopolización de la economía y
la especulación. El
banco nacional promovía el crédito productivo, en especial, cuando se
relacionaba con la innovación científica y tecnológica.
Un joven peruano podría preguntarse: ¿Lincoln y Hamilton crearon empresas públicas?
La respuesta es simple: no.
Sin embargo, en Estados Unidos en varios momentos de su historia, los
servicios públicos eran gestionados por agencias gubernamentales, que además también
proporcionaban otros bienes y servicios cuando las empresas privadas eran
insuficientes. En la realidad latinoamericana, en cambio, algunos líderes nacionalistas
crearon algunas empresas públicas para controlar la renta exportable de
recursos naturales extraordinarios, como el petróleo, el gas y la minería, como
PETROBRAS, PEMEX, PDVSA, YPFA, CODELCO, PETROPERU. Sin embargo, la nacionalización o estatización de otros sectores económicos llevó usualmente a la corrupción, la quiebra, a la crisis económica general,
acelerado por políticas de austeridad impuestas por los organismos
multilaterales, como el Fondo Monetario o el Banco Mundial, quienes muchas
veces obligaron a malvender dichas empresas.
Lincoln “reverenciaba a los Padres Fundadores como apóstoles de la
libertad, quienes hicieron el experimento del gobierno del pueblo en estas riberas, para
mostrar a la incrédula Europa que el pueblo puede gobernarse a si mismo sin monarcas
hereditarios o aristocracias. Y el
fundamento del experimento norteamericano fué la Declaración de la Independencia,
la cual en la perspectiva de Lincoln contenía la mayor verdad política de la
historia humana: que todos los hombres somos creados iguales, y que todos
estamos dirigidos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad” (Oates,
p. 45).
Este concepto de democracia todos podemos aceptarla y desearla para nuestra
y todas las naciones.
30.05.2021
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